El «Triángulo del Litio» de América Latina, formado por Chile, Argentina y Bolivia, posee más del 65% de las reservas mundiales de litio, un componente crucial para la transición energética y la lucha contra el calentamiento global.
A medida que la demanda de litio, apodado «oro blanco», se dispara debido a su papel esencial en la producción de baterías de iones de litio para el almacenamiento de energías renovables, estos países se enfrentan al reto de atraer y gestionar la inversión extranjera para desbloquear los beneficios económicos de su riqueza en litio.
Chile, como segundo productor mundial de litio, y Argentina están avanzando en la producción de litio, mientras que Bolivia, a pesar de poseer las mayores reservas, está a la cola en producción debido a diferencias estratégicas en la extracción de recursos. Chile pretende nacionalizar aún más la producción de litio, obligando a las empresas privadas a asociarse con el Estado, mientras que Argentina ha atraído la inversión extranjera mediante políticas favorables, como la estabilidad fiscal y un canon fijo. Bolivia, conocida como la «Arabia Saudí del litio», se esfuerza por establecer instalaciones de producción de baterías, pero va a la zaga a la hora de atraer inversiones.
La competencia por la explotación del litio se desarrolla en medio de tensiones geopolíticas, sobre todo entre Estados Unidos y China, país este último que refina más de la mitad del litio mundial. Las avanzadas capacidades tecnológicas y las inversiones de los Estados ricos y las empresas multinacionales subrayan la necesidad de que los países latinoamericanos eviten la «maldición de los recursos» gestionando cuidadosamente sus recursos y sus asociaciones internacionales.
Las propuestas de crear una Organización de Países Exportadores de Litio para estabilizar los precios y coordinar las respuestas entre los países del Triángulo del Litio se enfrentan a desafíos debido a las prácticas divergentes de gestión de los recursos. En su lugar, América Latina debería centrarse en coordinar la gobernanza de los recursos con la política industrial para fomentar los sectores no extractivos, aprendiendo de países del Sur Global como Indonesia, que se ha beneficiado de la prohibición de las exportaciones de níquel en bruto y de la expansión de las industrias derivadas.
Para aprovechar realmente el auge del litio, América Latina no sólo debe atraer inversiones en minería, sino también en refinado y producción de baterías, garantizando el empleo local y la transferencia tecnológica. Este enfoque multifacético será crucial para que la región logre un crecimiento sostenible y desempeñe un papel significativo en la transición energética mundial.