Contxto – La muerte y los trastes sucios parecen ser las únicas certezas en la vida durante la pandemia de Covid-19. Todos están buscando la forma de mantenerse a flote como pueden, pero donde existe la lucha por sobrevivir, siempre hay conflicto entre competidores.
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Lo interesante de las noticias de ayer fue que los antiguos intereses que competían dentro del ecosistema de entrega de última milla y de movilidad en Colombia se unieron para enfrentarse a lo que perciben como el mayor enemigo: las regulaciones gubernamentales.
El gremio se conforma de 11 startups de movilidad, logística y de entregas de última milla. Juntas, Rappi, Didi, Beat, Uber, Gocap, Cabify, Grin, Domicilios.com, Muvo, Mensajeros Urbanos y Polymath Ventures, serán conocidas como la Alianza In.
De funcionario público a cabildero
A diferencia de los sindicatos de trabajadores que a veces recurren a la acción industrial, Alianza In optó por el camino de cabildear y presionar públicamente para conseguir sus objetivos.
Por lo tanto, su plataforma quiere ser amplia para abarcar toda la amalgama de demografías que espera a atraer a su causa. Sus principales puntos focales son únicamente reguladores, los gobiernos a nivel local y nacional de Colombia y la opinión pública.
Por sí solas, estas compañías tecnológicas ya son conocidas por tomar acciones legales en contra de reguladores, el cabildeo del gobierno y por convocar a la ciudadanía consumidora a sus causas. Pero juntos, estos actores serán una fuerza digna de respeto.
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Esto en especial si consideras la experiencia que reunirán al poner el liderazgo en manos de David Luna, recientemente Ministro de Tecnologías de la Información y Comunicaciones de Colombia (TIC).
Este tipo de elecciones, aunque perfectamente comúnes y legales, son cuestionadas a menudo por aquellos que ven el cambio de funcionario público a cabildero como un evidente conflicto de intereses.
Esta preocupación se suma a la vaguedad del propósito que estas compañías están intentando lograr en conjunto. Digo, claramente quieren que sus negocios trabajen más fluidamente sin impedimentos de regulaciones engorrosas; eso es obvio y se vale, son empresas con fines de lucro, a fin de cuentas.
Sin embargo, la forma en la que Alianza In formula su retórica resalta bastante. Su declaración de lanzamiento usa palabras asociadas comúnmente con políticos en campaña, no con actores del sector privado.
Las 11 compañías de esta “nueva generación” de empresas prometen “soluciones con un impacto social y económico para el país, por medio de la tecnología y la innovación”.
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A mí me preocupa específicamente la promesa de generar “impacto social”.
Estos ambiciosos ideales, aunque tal vez efectivos para convencer a las masas en Twitter o a un político con corazón de pollo, también colocan una carga moral en las compañias. Las promesas de campaña son un arma de doble filo: suenan bonito, pero traiciona sus valores y sufrirás las consecuencias.
Que las scaleups estén enfocadas en el bienestar de sus clientes está perfecto, ya que se alinea con su directiva de generar ganancias. Pero la sociedad no está compuesta únicamente por “consumidores” y, como podrás darte cuenta, es justamente en este punto donde encontramos un hueco tamaño elefante en la habitación.
Una flota de elefantes en la habitación de la gig economy
Seré honesto contigo. Cuando leí por primera vez al anuncio y vi las palabras “11 apps”, “ultima milla” y “gremio”, mi mente entró en shock:
¿En serio los repartidores que trabajan para estas compañías se habían atrevido a, no solo formar un sindicato, sino de hacerlo en toda Colombia y abarcando al personal de tantas empresas del sector?
Mi reacción te debería de decir algo sobre el estado actual de las cosas en nuestro ecosistema. Especialmente cuando la sindicalización de trabajadores se considera algo revolucionario cuando, en contraste, la noticia de la asociación empresarial termina siendo una jugada corporativa de cabildeo bastance común.
Pero, ¿por qué sería sorprendente un gremio así de repartidores?
Porque, a pesar de las protestas aisladas, el personal de entregas de muchas de estas compañías no son considerados empleados, sino contratistas independientes relegados a la gig economy con poco acceso a servicios de salud o a ingresos inestables.
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Agrega a todo eso, cortesía del 2020, el riesgo de contagio.
Las personas, gobiernos y compañías por igual se enfrentan a decisiones difíciles durante una crisis, pero hay dos formas de actuar. El camino del “sálvese quién pueda”, donde el éxito se considera un juego de suma cero sacrificando gente a diestra y siniestra. Y está la ruta altruista, donde se mitiga el daño y se forman nuevas e inesperadas alianzas.
Hasta ahora, hemos visto ambos tipos de estrategias de supervivencia. Que alguna, conforme la crisis de Covid-19 empeora, comience a predominar sobre la otra dependerá de los jugadores y de los intereses por los que cabildeen.
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-AG
Traducido por Alejandra Rodríguez