Emprender siendo un veinteañero tiene sus beneficios.
Primero, hay tiempo, puedes dedicarle prácticamente el 100% de tus horas productivas a desarrollar tu idea, el producto, la estrategia. También tienes poco que perder, estando en la universidad o recién salido de ella la estabilidad económica aún no es tema, probablemente no tienes un departamento, hijos, un trabajo que cuidar. Por último, tienes la energía para saltarte vacaciones, días libres e ir tras tu sueño.
Suena bien, ¿no?
No tan rápido. Hay cosas que quizás no estás viendo. Quienes pasaron por esto suelen mencionar entre las que les habría gustado saber la importancia de rodearse de otros con experiencia.
Uno de ellos es René Lomelí, partner de 500 Global LatAm, el brazo regional de este VC de escala mundial. “Yo emprendí joven, fracasé en ese momento y te puedo decir lo que me hubiese gustado que me dijeran a la cara en ese entonces”, dice Lomelí. “Es que a esa edad uno se cree Superman y todo lo que lees o ves en una nota te parece buenísimo, pero crees que no aplica para ti, que tú eres diferente. La humildad de saber que eres uno más y que necesitas ayuda es lo primero que me hubiese gustado que me dijeran”.
Su experiencia en ese entonces es muy valiosa hoy, porque esa guía que a él le faltó es uno de los elementos del fondo donde trabaja. “Rodearte de las personas adecuadas es súper importante, personas con más experiencia, como por ejemplo otros fundadores de startups, fondos de inversión como el nuestro, ángeles inversionistas. Rodéate de ellos y escúchalos”.
“Ante la falta de experiencia lo que busco en estos founders es capacidad de ejecución”, añade Lomelí desde Ciudad de México.
6.606 kilómetros al sur, en Santiago de Chile, los tres cofundadores de la proptech Wallstate, de entre 25 y 26 años, pareciera que lo hubiesen escuchado: “El gran miedo de quienes emprendemos muy jóvenes es que no tienes experiencia en la industria. Creo que la solución a eso es meterle, ejecutar y demostrar que puedes hacerlo bien”, explica Mauricio Valdivia, CTO de la empresa.
Wallstate fue fundada en 2021 por Clemente Ortúzar y José Miguel Irarrázaval cuando detectaron la dificultad de invertir en inmuebles si no tienes tanto capital. A los meses siguientes se unió Mauricio para darle el componente tecnológico que el negocio requería. Se transformaron en plataforma, encontraron interesados, entraron a Platanus Ventures en Chile y se ganaron un fondo estatal.
Todo eso casi en paralelo con su graduación universitaria.
En el recorrido detectaron que la experiencia era relevante para crecer en el negocio inmobiliario, así que para tokenizar propiedades en Chile se asociaron con una organización de más recorrido para crear Reity: “Estamos asociados con Norte Verde, ellos tienen mucha experiencia y ven el mundo distinto que nosotros. Eso nos ayuda muchísimo para entender mejor dónde estamos y poder tomar mejores decisiones”.
David Fernández, quien lidera la oficina de Endeavor en Biobío (Chile), subraya la importancia de las mentorías cuando se emprende joven y suplir la falta de calle.
“La diversidad en los equipos es una muy buena idea, lo que pasa es que no siempre es fácil encontrar un cofounder mayor que te ayude, incluso a veces es complicado encontrar uno de tu misma edad. En ese caso creo que es muy recomendable abrir espacio a las mentorías y escuchar con atención”, dice.
Son precisamente esas mentorías las que pueden ayudar a acortar la brecha de la falta de experiencia: “He visto muchos emprendimientos con personas muy talentosas y bien pensadas en lo técnico, pero que no tienen calle. Por eso es importante tenerlo claro, no puedes olvidarte que la necesidad está afuera y hay que ir a descubrirla”, agrega David.
Es lo que han hecho en Wallstate. La búsqueda de experiencia se ha nutrido también con las conversaciones constantes con otros founders: “Escuchamos mucho a Agustín Feuerhake y también a Ian Lee”, dice Mauricio.
El dato es relevante porque aunque ambos founders, uno de Fintual y el otro de Examedi, han sido muy exitosos con sus emprendimientos, el último cofundó su empresa con 19 años, sin haber pasado por la universidad. Ian Lee no perdió el tiempo, su empresa de exámenes médicos a domicilio es un hit en Chile, luego llegó a México y meses atrás levantó US$17 millones para acelerar su expansión regional.
Al ejemplo de Ian Lee podemos sumar el de Alfonso De los Ríos, que en 2018 cofundó Nowports en Monterrey teniendo 19 años. La empresa, que introduce tecnología digital en el envío de contenedores, fue valuada en US$1.100 millones en 2022, convirtiéndose en uno de los más recientes unicornios mexicanos.
Quizás es un fenómeno relativamente nuevo en Latinoamérica esto de que jóvenes con poca o nula experiencia en la industria sean muy exitosos. Pero no lo es en EEUU, donde jóvenes talentosos son capaces de crear compañías gigantescas. Es sabido, pero no está mal recordar que algunas de las mayores y más icónicas empresas tecnológicas fueron fundadas por veinteañeros, como Google (25 años), Facebook (19), Microsoft (20) o Apple (21).
Parte de la explicación para el fenómeno puede estar en que ya no es necesario un gran capital para comenzar. Así lo explica Mauricio Valdivia de Wallstate: “Hoy basta un computador para crear un producto. En nuestro caso Clemente lo único que tenía era un computador lento que la pantalla no funcionaba, era una vergüenza de computador, la verdad. Entonces mientras tengas un computador y un lugar para dormir puedes emprender. Eso marca una gran diferencia”.
El ejemplo de Clemente perseverando en una idea aun sin tener una gran infraestructura es poderoso para entender otras características relevantes para un emprendedor joven y que Michelle Fischman, de Amela, una red de emprendimiento para mujeres en Latinoamérica, valora cuando conoce a una de menos de 25: “Tienen que ser muy apasionadas por lo que están haciendo, con agilidad y flexibilidad mental para resolver problemas y al mismo tiempo conscientes, que entiendan lo que se le viene, con la inteligencia emocional para navegar las crisis”.
Amela, que Fischman cofundó junto a Anaís Cisneros, funciona como una comunidad para fomentar el emprendimiento liderado por mujeres y ayudarlas en el proceso de crecimiento de sus startups. Fischman ha conocido a muchas founders muy jóvenes, la mayoría de entre 25 y 35 años con muy buenas ideas. Con todas llegan siempre a un tema clave: formar un buen equipo es fundamental.
“El equipo siempre es relevante, pero una persona joven tiene menos experiencia. Para generar credibilidad entre los inversionistas y sobre todo hacer las cosas mejor tiene que atraer gran talento. Se vuelve muy relevante apalancarse de personas con más experiencia para conseguirlo”, subraya Michelle.
Tal como lo explican las grandes consultoras en temas organizacionales como McKinsey y Gallup, la construcción de equipos de alto rendimiento es clave para el desarrollo de una startup, independiente de la edad de su fundador. Esto les permite tener mayor perspectiva, tomar mejores decisiones, aumentar el compromiso con la organización y a la vez seguir atrayendo más talento. De paso la startup podrá ser más competitiva, aun cuando sea pequeña y podrá construir una cultura ágil, flexible y ambiciosa.
En eso están en Wallstate, creciendo, optimizando flujos de usuario, mejorando el producto y ahora están pensando en entrar a otros países donde ven una oportunidad, como por ejemplo, Argentina. ¿Será posible? Son jóvenes, impetuosos y trabajadores. Pero además parecen estar siguiendo al pie de la letra el manual de las buenas prácticas. Probablemente lo consigan.
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