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Contxto – Como lo prometí, me senté frente a mi computadora, desempolvé mis apuntes y ahora estoy intentando comprender lo que el evento de The Economist, Finance Disrupted Latam, significó en realidad.
En general, me gustó. Me gustó mucho. Fue interesante ver a tantos actores de una revolución en curso juntos en un mismo lugar.
Fue un poco extraño en ciertos aspectos.
Prácticamente todos estuvieron de acuerdo en todo. Los representantes de los challenger banks asintieron mientras que los exejecutivos de los bancos tradicionales hablaban sobre cómo el sector de la banca regional se había vuelto demasiado complaciente durante los años anteriores a la revolución fintech.
Los reguladores (algunos de orígenes notoriamente izquierdistas) y las instituciones financieras (de la clase más conservadora) elogiaron al libre flujo de capital y pidieron un muy necesario impulso crediticio para toda la anémica economía de la región.
Pero, más que nada, todos estuvieron de acuerdo en que uno de los mayores problemas que enfrentan los ecosistemas bancarios y financieros de América Latina es una terrible falta de “educación financiera”.
Lo que voy a decir va a sonar extraño, pero la frase no me sentó bien en absoluto.
Al principio tuvo sentido. Las personas necesitan que las eduquen desde pequeñas sobre cómo manejar sus finanzas personales.
¿Cuánto dinero recibo al mes? ¿cuánto estoy gastando? ¿cuánto debería gastar en las cosas no esenciales y cuánto debería ahorrar? ¿tendré suficiente dinero para mi retiro? (esta última solo aplica si naciste antes de 1980).
Sin embargo, comprendí rápidamente que en la cumbre había un trasfondo suposicional bastante serio. La mayoría de los ponentes utilizaron el término “educación financiera” como un eufemismo para problemas que realmente no tenían mucho que ver con los clientes.
A veces la “educación financiera” cubrió problemas que, claramente, estaban al alcance de los reguladores para que los resolvieran; otras veces, era responsabilidad del sector financiero lidiar con lo que estaba siendo explicado como un “problema educativo”.
En otros momentos, la “educación” fue meramente una forma de explicar las trampas dentro de la banca y las finanzas—como la creación de burbujas.
En general, me di cuenta de que cada vez que escuchaba el término “educación financiera”, aunque sonara como progresista la idea, a menudo se usaba para culpar al consumidor por problemas por los que los sectores financieros, reguladores y bancarios no querían hacerse responsables.
Lo escuché a menudo en Finance Disrupted Latam: no es tanto que el ecosistema de la inversión, innovación y emprendimiento sea raro, sino que el mercado no está lo suficientemente maduro como para recibir productos más sofisticados.
Así que, ¿cuánta verdad hay en estas afirmaciones si lo estamos escuchando de los mismísimos peces gordos de las finanzas?
La perspectiva del riesgo desde la cima
Revisemos los hechos.
Primero, obviamente la educación financiera es fundamental.
Lo dije en la primera parte de este artículo, pero si hasta ahora no te está gustando la dirección que estoy tomando, probablemente ya lo olvidaste y estas diciendo “¡Oye, pero la educación financiera es fundamental!”
Ya lo sé. Mi punto va mucho más allá de la educación en sí. Es más una crítica para aquellos que utilizan el término para eludir sus responsabilidades.
Luego está el verdadero problema estructural con las finanzas del cual las fintech—sin importar lo revolucionarias que sean—también son víctimas:
Las finanzas y la banca—y se siente casi redundante decirlo—requieren de mucho capital.
El sector necesita una gran cantidad de dinero para poder alcanzar esos difíciles márgenes de utilidad. Por lo tanto, cualquier fintech que quiera ser exitosa debe querer convertirse en una scaleup.
SoftBank lo entiende, ya que anunció a principios de año que enfocaría sus préstamos específicamente en el sector financiero de América Latina.
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Sin embargo, para que una fintech escale necesita capital, mucho capital, haciendo que cualquier inversión sea tan intensiva que tiende a volverse, en palabras del representante de Citibanamex en Finance Disrupted, especulativa.
De repente, todo menos el crecimiento agresivo queda descartado.
Ahora bien, todos los fundadores saben que uno de los principales problemas de escalar es mantener un producto y atención al cliente de buena calidad.
Ya en este punto, las personas en la cumbre estaban muy en sintonía con las potenciales soluciones y baches.
Mantenerse al tanto de las necesidades de los clientes era primordial para todos.
Por ejemplo, la inteligencia artificial (IA) era vista como una respuesta, pero no como una panacea.
De hecho, todos estuvieron de acuerdo con que los elementos automatizados deshumanizantes de la fintech moderna podrían llevarnos por un camino de servicios omnicanal pero sin gente de verdad, que a menudo es con quién quieren lidiar los clientes.
El consenso fue que el toque humano no solo era una característica “buena de tener”; sino que es esencial para el adecuado funcionamiento de un producto.
Donde se vió que el potencial de la IA realmente alcanzó su potencial fue con las evaluaciones crediticias. Para muchos en la cumbre, la verdadera revolución tecnológica fue eludir al buró de crédito mediante la automatización de la asignación de la capacidad de pago.
Esto es posible, porque un algoritmo inteligente puede aprender lo que hace atractivo a un prestatario y luego puede, instantáneamente, navegar por las cuentas de la vida de alguien para discernir si esa persona es digna.
De pronto, nos encontramos con una vieja paradoja del crédito: para conseguir un crédito ya debiste haber tenido un crédito. ¡Hurra!
Esto es particularmente importante en América Latina, la cual es una región pobre en créditos. Así que, en general, las líneas de crédito más fáciles son un cambio positivo y todo está bien con el mundo. ¿Verdad? ¡¿Verdad?!
Mensajes subliminales
Desafortunadamente, algo sigue podrido en las finanzas y la banca.
Esto se debe a la persistencia de cierta paradoja.
Es verdad que la IA y la big data ayudan a discernir entre quién merece crédito y quién no, pero el incentivo monetario de sobrepasar los límites y prestarle dinero a aquellos que podrían no ser capaces de pagarlos es muy atractivo.
Recuerda, entre más riesgoso sea el préstamo, más alta será la tasa de interés y esta es una industria que necesita prestar muchísimo dinero para generar dinero.
Si naciste en algún punto antes de que pasáramos al siglo XXI, de seguro estás familiarizado con las consecuencias de esta paradoja.
Durante los 2000s, gran parte de la industria bancaria en los Estados Unidos y Gran Bretaña creía que había descifrado el código.
Inventaron un producto financiero complejo conocido como “préstamo titulizado” a través del cual podían venderle crédito a la gente que, para cualquiera que no se encuentre bajo el embrujo del motivo de la utilidad, nunca podría pagarle al banco.
Hoy, la crisis financiera que esto dio como resultado en el 2008 es historia, pero muchos de los problemas que la revolución financiera actual heredó de esa época, no lo son .
Uno de los efectos más siniestros de la crisis financiera fueron los intentos por querer encontrar un culpable. Muchos culparon a los bancos por prestar de forma irresponsable; muchos más culparon a los prestatarios.
“La naturaleza de las finanzas obligó a los bancos a prestar agresivamente; eran los consumidores quienes debieron haber analizado sus ingresos para decidir si debían pedir un préstamo así o no”, dijo este último.
En esa época, hace tantos años, yo creí que este razonamiento era un intento algo torpe de defenderse en medio de una crisis.
Y aún así, doce años después, ahí estaba yo, sentado en una cumbre con la mirada puesta en el futuro de un sector financiero diferente pero me encontré con las siguientes declaraciones de un académico de la Universidad Autónoma de México (UNAM):
“Sin educación financiera, lo que haces es pasar el riesgo al consumidor… si le das a cualquier persona MXN$10,000 (apenas US$500) pensarán que es su dinero y se lo van a gastar todo”.
Espera, tal vez me estaba volviendo loco pero, ¿no era responsabilidad de las instituciones financieras prestarle solamente a aquellos que puedan pagarlo?
Se sintió como si no hubiéramos aprendido nada como sector ni como sociedad; dejando la novedosa tecnología de lado, aquí estábamos todavía culpando a los clientes (quienes tal vez, desafortunadamente, no debieron haber sido clientes en primer lugar).
Pero algo sí había cambiado.
A diferencia de algunos comentaristas, particularmente torpes, que estaban diciendo abiertamente que los prestatarios con calificaciones crediticias bajas eran “tontos”, en Finance Disrupted estábamos escuchando comentarios más sutiles que seguían culpando a los consumidores.
Por ejemplo, “la necesidad urgente de educación financiera para las masas”. De hecho, muchos de los objetivos “educativos” inicialmente me parecieron buenos.
Por ejemplo, un influyente panelista fintech mencionó que UX (experiencia del usuario) era una rama importante de la educación financiera, dado que los formularios claros y las experiencias en pantalla le permitirían a los clientes saber dónde estaba su dinero, para qué lo estaban utilizando y cómo.
Todo sonaba bien pero después me pregunté si este ponente estaba combinando la necesidad de educar a sus consumidores con la responsabilidad de que la empresa debía ser transparente con sus usuarios.
Después llegó ese terrible momento donde no se conocen las propias debilidades.
Miriam Cosío, la COO de la solución de pagos electrónicos, Clip, señaló de manera muy profética que la banca tradicional sufría de un tipo de esnobismo que rayaba en el clasismo. Observó que la tienda de conveniencia mexicana, OXXO, tenía un mayor éxito lidiando con los clientes en la base de la pirámide, incluso aunque los bancos ofrecían los mismos servicios.
Resulta que los cajeros en la tienda de conveniencia no son condescendientes con sus clientes, en lugar de eso los tratan como iguales. Los bancos, según los clientes, los tratan como si no fueran dignos.
Entonces, irónicamente, los jefes de finanzas en la conferencia Finance Disrupted estaban muy conscientes sobre cómo la discriminación podría perjudicar su misión de bancarizar a la población mientras que también creían en la idea de que:
“Todos sabemos lo que estamos haciendo con nuestras finanzas, pero el latinoamericano promedio no tiene idea”.
No necesitamos educación
Me gustaría creer que recibí una, relativamente buena, educación financiera, pero aún así, muchas de las “soluciones educativas” promocionadas durante la conferencia – cosas como límites crediticios claros o advertir cargos a tiempo – me dejarían bastante confundido si no se implementaran.
La verdad es que, comprender las finanzas en un mundo globalizado es difícil. Por lo tanto, que un buen producto financiero sea entendible no solo es un buen toque, más bien es un aspecto esencial que la fintech debe incluir.
De hecho, poniéndome un poco más siniestro, conceptos como “hipotecas de alto riesgo” y “préstamos titulizados”, junto con fórmulas matemáticas deliberadamente complicadas, se utilizaron específicamente para ofuscar prácticas dudosas dentro del sector bancario antes del 2008.
Es más, casos de estudio demuestran que las personas sí entienden y gestionan transacciones financieras complejas bastante bien.
Después de que colapsaran los bancos, las poblaciones de Irlanda e Islandia, por ejemplo, recurrieron a los préstamos comunitarios, donde la solvencia se analizaba entre todos y se asignaba con mucha precisión sin la necesidad de instituciones financieras tradicionales.
Por supuesto que era tremendamente ineficiente. Todo este dinero irlandés e islándico hubiera sido de mayor provecho en un banco donde podría haber acumulado algún interés, pero ayuda a probar el punto de que los laicos a menudo son más competentes con las operaciones financieras de lo que los expertos les reconocen.
Todo lo que necesitan es no dejarse desviar por un asesor de crédito demasiado entusiasta.
Después de todo, esos son sus ahorros.
Pero lo único que esto provoca es regresarnos a nuestra paradoja inicial: ¿Cómo van a sobrevivir las finanzas y la banca éticas si no intentan rebasar esos estrechos márgenes y hacen préstamos con tasas de interés más altas?
Pues bien, es aquí donde quizá podamos ser de ayuda.
Latam quiere préstamos no sermones
Me sentí aliviado cuando Nicolas Shea, fundador de la fintech chilena, Cumplo, pivoteó del consenso: “Sí, la educación es un gran problema, pero la otra mitad es el alto costo del capital…al capital le falta una salida productiva”.
De hecho, una historia contada en la cumbre Finance Disrupted hablaba sobre un ejecutivo de Goldman Sachs con sede en Nueva York que se preocupó porque la compañía tenía más de US$1 billón de dólares (es decir, US$1,000,000,000,000) en activos con cero por ciento de ganancias.
Es ahí donde la América Latina pobre en créditos podría tener la respuesta para una mayor rentabilidad para los financieros, junto con préstamos más éticos y sin la necesidad de culpar a los consumidores con puntuaciones crediticias bajas.
He sido un poco pesimista acerca del sector financiero, pero no quiero decir que no haya buenos actores en fintech. ¡Hay muchos!
De hecho, estas son las personas que activamente presentan soluciones a las paradójicas preguntas presentadas arriba. Las respuestas no son fáciles.
La primera corazonada de muchas personas para controlar los instintos depredadores de los prestamistas sería recurrir a los reguladores. Un representante colombiano para el capital de riesgo de impacto social, Adobe Capital, señaló a las tasas de usura del treinta por ciento de Colombia como ejemplo.
En este régimen, le corresponde a los prestamistas utilizar su propia creatividad para encontrar soluciones que rodeen este límite y que se dirijan hacia la rentabilidad. Pero, con altos márgenes, sentí que esta era una receta para ofuscar el riesgo, y las tasas de interés del veintinueve por ciento todavía son bastante sorprendentes. ¿No había una solución más elegante?
Por lo que recurrí con interés a las soluciones basadas en la industria.
La directora ejecutiva de VISA en México, Luz Adriana Ramírez, propuso un experimento teórico interesante:
“Toma la dependencia del efectivo versus las transacciones digitales”, dijo. “Un cambio de la primera a la segunda opción movería los costos marginales a cero. Sería como una inyección multimillonaria en la economía latinoamericana con solo un paso”.
Interesante, pensé. ¿Quién hubiera pensado que, al promover la eficiencia y reducir los costos operativos y transaccionales, una empresa no tendría que elegir entre sacrificar sus ganancias por un lado y su ética por el otro?
En este sentido, me gustó especialmente una de las soluciones que se ofrecen. Kueski, una fintech mexicana en uno de los paneles de Finance Disrupted, promocionó con orgullo sus límites de tarifas vencidas.
El CEO y cofundador de la fintech, Adalberto Flores, dejó en claro que, después de siete días de impago, los cargos por mora dejarían de cobrarse. Aparentemente, podrías pasar diez años sin pagar nada, y solo terminarías pagando alrededor del treinta por ciento en tarifas.
Era así de simple y, sin embargo, el concepto se sentía realmente revolucionario. Financiamiento habilitado por tecnología que no buscaba desangrar a sus clientes. Esa fue una de las cosas más disruptivas en la cumbre de Finance Disruptive Latam.
Salí del evento con una perspectiva positiva para la fintech en nuestra región. Colocó a América Latina a la vanguardia de la revolución financiera, no porque fuera un lugar donde el riesgo pudiera ser compensado, sino porque se encontraba en una zona de Ricitos de Oro de sub-servicio financiero e innovación.
El terreno estaba listo para obtener ganancias a través de una mayor innovación e inversión, ciertamente no porque su mercado de clientes no tenga educación.
De hecho, los prestamistas parecían ser los que necesitaban sabiduría. ¡Denle un poco de crédito a los consumidores latinoamericanos!
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-AG
Traducido por Alejandra Rodríguez