Esta semana nos tomamos nuestro «Morning Coffee» con Maik Schaefer, fundador y CEO de Mango Life
Cuando Adam Neumann, el fundador y CEO de WeWork, se fue con un paracaídas dorado, su impactó no se sintió únicamente en su compañía e inversionistas. Toda la historia, que dió como resultado su despido, disparó un cambio de mentalidad. Parecía confirmar algunos de los peores conceptos (erróneos) sobre startups y scaleups tipo-«Silicon Valley» respaldadas por empresas (aunque WeWork tiene sede en Nueva York):
- Una retórica pretenciosa de «nosotros-cambiaremos-al-mundo»;
- Crecimiento sobre todo lo demás, incluso si escalar significara que la rentabilidad relativa bajara;
- Reunir dinero de capitalistas de riesgo (VCs) en valoraciones cada vez más altas, a pesar de que las pérdidas aumentaran, hasta que el único camino fue una OPI (oferta pública inicial), que falló infamemente;
La única parte que faltaba (y hasta algunos comentaristas parecían tristes al respecto) era el maltrato de los empleados, subcontratistas y/o la comunidad en la que operaban.
Dejemos algo en claro: que la OPI de WeWork haya fallado fue algo bueno. Le mostró al público que el mercado estaba funcionando. El escrutinio sobre los prospectos de la OPI condujo a una sana discusión sobre lo que realmente había estado pasando en WeWork, su modelo de negocio y la excentricidad de su fundador.
El debate más amplio en torno a la rentabilidad versus el crecimiento, fundador y su libertad versus supervisión, es uno que debería suceder constantemente, tanto con respecto a las compañías individuales como al entorno de las startups en general. Especialmente en Estados Unidos, los mercados privados podrían necesitar correcciones.
Aunque mi compasión por los VCs que pierden dinero por invertir en startups es limitada, desde mi perspectiva, la crítica de periodistas, consultores, ejecutivos de grandes compañías, a menudo parece estar motivada por la envidia.
Desde fuera, parece que estos jóvenes startuperos, con sus máquinas para quemar efectivo, siempre pueden conseguir dinero fácilmente. Mientras tanto, los críticos tuvieron que subir la escalera corporativa con sangre, sudor y lágrimas (ejecutivos); vendiendo «a la antigua» tocando puertas (consultores); o están condenados a ser observadores externos (periodistas).
Déjame asegurarte que: recaudar dinero de los VCs no es fácil, incluso en Estados Unidos. Por cada persona que lo logra, literalmente existen miles que no y tienen que cerrar operaciones.
Pero bueno, el debate existe y es sano, en su mayoría. Pero, sí hay repercusiones accidentales para los mercados de capital riesgo menos maduros, como los de América Latina.
Nosotros en la región íbamos por buen camino. Se abrieron más VCs, retirando dinero de inversionistas institucionales como fondos de pensiones, oficinas familiares y corporaciones más grandes, para luego canalizarlo en startups.
En los últimos años, se disparó el interés de los estudiantes por abrir su propio negocio, lo que llevó al crecimiento en ambos lados, tanto en términos de cantidad de startups como del financiamiento disponible.
Y ni siquiera hemos hablado sobre las oportunidades de mercado, estas incluyen crecimiento de la clase media y la mala calidad del servicio en varias empresas verticales debido a la falta de innovaciónn y orientación al cliente de los actores tradicionales
Sin embargo, incluso antes del fiasco de WeWork, existían microtendencias procupantes en el entorno. Desde un mediocre crecimiento económico general (por decirlo suavemente) en los mayores mercados hasta situaciones políticas desfavorables (México, Argentina y últimamente Chile).
Combina esto con la nueva narrativa de que las startups son malos chistes que solo desperdician dinero, y llevándonos a la situación en la que los VCs están teniendo cada vez más dificultades para recaudar dinero. Y este efecto llega hasta las startups.
Dejemos algo muy en claro. Nosotros no tenemos un exceso de capital de riesgo en LatAm. Nosotros no necesitamos una corrección de los mercados privados. Más bien, todo lo contrario: necesitamos más inversionistas institucionales que quieran invertir en VCs, para que pueda llegar hasta las startups.
Yo creo que un ecosistema emprendedor fuerte es bueno para la sociedad. Desencadena la innovación que a veces los actores establecidos no tienen, ya sea para trabajar en retos difíciles (inclusión financiera, transformación de energía, movilidad…), para crear trabajos y darles oportunidades a los jóvenes, o experimentar para poder encontrar lo que realmente aman.
Lo que siempre ayuda son las historias de éxito. Todos tenemos un interés en ver que nuestras startups tengan éxito. Todos queremos ver ganacias mayores. Todos queremos hacer felices a los clientes, recaudar dinero y, al final, encontrar una «salida» adecuada.
Entonces, por favor, seamos cuidadosos sobre cómo le damos forma a la narrativa aquí en América Latina, particularmente a la luz del episodio de WeWork, porque el daño colateral ya está presente. Intentemos diferenciar y abstenernos de hacer declaraciones generalizadas (o centradas en el contexto estadunidense), y de poner a todas las startups en la misma caja.
Como startups, seamos conscientes de lo que está pasando con respecto a la narrativa más amplia y contribuyamos, con lo que nos toca. Debemos «profesionalizar» la forma en que nos perciben. Literalmente, nosotros tenemos un interés vital en ver que los VCs puedan justificar las inversiones en nosotras.
Ese sería mi granito de arena al respecto.
Maik Schaefer es el fundador y CEO de InsurTech Mango Life, que es su primera aventura emprendedora después de una década en el sector de los seguros. Él es de Alemania, pero se enamoró de México hace años y se casó allí en 2019. Vive en León, Gto, y puedes contactarlo en [email protected].
Traducido por Alejandra Rodríguez