La revancha del bootstrapping, la forma de financiamiento que defienden varias startups y se revaloriza en tiempos de crisis

Vanessa Taiah no es una emprendedora típica. Para empezar, antes de fundar la edtech MindHub, pasó 20 años trabajando en Accenture. Sus socias, Patricia Martucci y Alejandra Ripa, también hicieron escuela en la multinacional y eso marcó su forma de hacer negocios. Por eso, a la hora de dar vida a su propia startup, decidieron seguir sus propias reglas, sobre todo en lo que se refería a la forma de financiarse. Al inicio, invirtieron US$30.000 de su propio bolsillo y luego se movieron a puro bootstrapping. Cuatro años después, la firma está expandiéndose por la región y lleva reinvertidos más de US$1 millón.

El bootstrapping consiste en iniciar y mantener un emprendimiento sin inversión externa, únicamente con recursos propios o las ganancias que este mismo emprendimiento genera. Contempla un conjunto de técnicas para desarrollar una idea y convertirla en negocio sin necesidad de salir a levantar rondas de capital.

En el mundo de los emprendimientos tradicionales es moneda corriente. Sin embargo, en el ecosistema digital es menos frecuente porque allí se busca crecer rápido y de forma exponencial. Pero los bootstrappers demuestran que hay otra forma de hacer negocios bajo una premisa: sí, seguramente el camino sea más lento, pero con pasos seguros y sostenibles en el tiempo. 

Vanessa Taiah comparte su caso: “¿Vas más lento? Sin dudas, sí. Pero, ¿hacia dónde vas tan rápido? ¿Y para qué? Si creces rápido también te puedes estrellar rápido. No tengo la fórmula de la Coca-Cola, para nosotras se dio naturalmente porque quisimos probar y estar muy seguras de que el modelo funcionaba. Y funcionó”.

 

Vanessa Taiah, cofundadora de MindHub. (Foto: MindHub)

Lentos pero seguros

MindHub es una plataforma especializada en capacitación de tecnologías digitales que inició sus actividades en 2018 en Argentina. Por sus cursos pasaron más de 3500 alumnos y solo este año crecieron un 200%, sumaron nuevos programas en Chile y Colombia, con proyecciones de nuevas aperturas en más países de la región. Y aunque tuvieron numerosas chances de abrir la empresa y levantar capital, finalmente las socias decidieron no hacerlo: “No llegamos a un acuerdo porque implicaba mucho control y por nuestro background corporativo no nos era tan natural. Sí tenemos mentores y salimos permanentemente a buscar su consejo. Pero es muy distinto”, dice Taiah.

Sin embargo, no todos los emprendimientos pueden hacer uso de esta estrategia. El primer disclaimer es que sólo es posible en aquellos modelos que permitan generar ingresos rápidamente, con los que se pueda ir financiando el proyecto a medida que se va puliendo el producto. En cambio, aquellas empresas de alta innovación o con modelos donde haya largos períodos donde no se generen ventas no van a tener más remedio que recurrir al financiamiento externo. 

“El dinero de un VC acelera procesos. En el bootstrapping, el emprendedor toma la decisión de ir más lento y depende de su inteligencia para gestionar recursos. Además, hay muchos que descreen del mundo del VC y su locura: crecimiento acelerado, exigencia, el estrés de ronda tras ronda. Muchos no tienen esos objetivos sino que quieren tener una empresa saludable”, reflexiona Alejandro Mashad, director del Centro de Entrepreneurship de la Universidad de San Andrés.

Más allá del tipo de emprendimiento, es bueno adoptar una estrategia que ponga el foco en la eficiencia en el uso de los propios recursos y en lo que verdaderamente vale: el crecimiento orgánico a través de la captación de nuevos clientes. Quien plantea esto es Patricio Gigli, director ejecutivo de ASEA (Asociación de Emprendedores de Argentina), y menciona un punto clave: levantar capital no es para todos. “Hay proyectos que sí son capital intensivos desde el primer día y es lógico que se busque la inversión. Crecer con recursos genuinos propios permite asentar el control de la gestión de la empresa en manos de los fundadores y hacer foco en la propuesta de valor, la innovación y la agilidad”, dice.

Y si bien el desafío de gestionar una empresa con pocos recursos puede resultar amenazante, esta estrategia tiene ciertas ventajas. La primera y más importante: se evita tener que ceder demasiada propiedad de la empresa al inicio y a un precio barato. 

“Haces foco en la rentabilidad, en maximizar ingresos y minimizar costos al máximo. Arrancar una empresa con tus propios recursos te obliga a ser austero e innovador desde el primer día. Conservas el control total de la compañía, pones foco en la solución que estás ofreciendo y en conocer a tus clientes. Además, permite prepararte mejor para las conversaciones que tengas en el futuro con los inversores”, añade Gigli.

Entre los emprendedores que adoptaron este modelo se repiten varias respuestas a la hora de enumerar lo que más valoran, pero la libertad de acción y el poder conservar el total del equity encabezan la lista.

Hay varios otros pros que se relacionan con la cultura de la compañía. “Aprendimos el punta a punta de cómo gestionar una empresa. Lo mejor es que, a la larga, terminamos decidiendo nosotros: tanto los aciertos como las equivocaciones son nuestros”, expresa Andrés Huczneker, CEO y cofundador de Solucionet, una aceleradora de comercios electrónicos con presencia en ocho países de la región.

 

Andrés Huczneker, CEO de Solucionet. (Foto: Solucionet)


Estos beneficios toman incluso más relevancia en el contexto de crisis global, con inversión de VC más escasa y startups despidiendo staff. “Hay una revalorización, quizás por necesidad, de la cultura bootstrappera dentro de las startups. La ola de despidos en las compañías de tecnología es un punto de inflexión que deja una lección: el capital va y viene, intercalando ciclos de liquidez y abundancia y otros de mayores restricciones”, advierte Gigli. 

Y si bien no hay un formato mejor que otro –sino que cada emprendedor debe encontrar el indicado para su proyecto–, el contexto del 2022 dejó varias lecciones, entre ellas, la importancia de moldear negocios saludables. “Estamos en una etapa de crear valor sustentable, valor en el tiempo. Hoy día claramente el dinero está, pero es más cauto. Se trata de frugalidad: hacer más con menos”, pone sobre la mesa Janan Knust, fundador y CEO de KLog.co

La empresa de Knust nació hace 10 años en Chile para trabajar en la digitalización del transporte internacional de carga. Su compañía comenzó con una deuda de US$700.000 que fue prorrogando a un proveedor chino que tuvo la paciencia de esperar la promesa de pago de Knust. Durante dos años perdió dinero. Al tercero logró unit economics positivos y durante seis se reinvirtió cada centavo.

“Los primeros años fueron de entendimiento del mercado, del negocio y de si la idea era rentable. Muchos emprendedores se metieron en negocios donde los units economics no iban a ser positivos y hoy vemos que fueron espuma. Ahí es donde claramente hay un problema”, plantea Knust y agrega: “No tengo la presión de un inversionista que me dice que tengo que sacar 200 personas para ser rentable. Si estamos pensando que los negocios son rentables porque echamos gente, entonces no vamos a hacer negocios sustentables en el tiempo”. 

<img class=”wp-image-73848″ src=”https://contxto.com/wp-content/uploads/2023/01/Janan-Knust–-Primer-plano-oficina-scaled.jpg” alt=”” width=”450″ height=”384″ /> Janan Knust, fundador y CEO de KLog. (Foto: KLog)


Cómo aplicar el bootstrapping 

No hay un manual infalible sobre bootstrapping –y menos en una región con tantos cambios de reglas como América Latina–, pero sí ciertas reglas básicas. Es importante ser innovador, ágil, pulir la propuesta de valor y conectar con los clientes. El conocimiento es la clave: empaparse de lo que pasa en la empresa, estar al tanto del equipo, saber quién es el cliente y cuál es la estrategia para crecer de manera orgánica.  

“Lo más importante es cambiar el modelo si las circunstancias cambian. Es importante priorizar la eficiencia en el gasto, el crecimiento orgánico del equipo y el foco en la solución que estás aportando”, aconseja Gigli.

“Cuando arrancamos sabíamos por dónde pasaba nuestra metodología y a qué aspirábamos”, comenta Taiah de MindHub, startup que alcanzó el umbral de rentabilidad en 18 meses. “Por ejemplo, queríamos tener nuestra propia plataforma, pero empezamos alquilando una durante hasta que pudimos desarrollar la nuestra. Cada centavo que entraba se reinvertía. Fueron más de US$1millón, mucho de eso destinado a financiamiento de alumnos e innovación”. 

En este punto, Alejandro Mashad aconseja manejar dos variables con especial atención: la rentabilidad (cuidándola al extremo) y la búsqueda de la propuesta de valor definitiva. “Hay que salir a vender y cobrar rápidamente. Gastar de forma inteligente y estar atento a cualquier tipo de propuesta como subsidios y demás. Hay que definir primero cómo se generan los ingresos y, una vez resuelto, ser muy inteligente con el uso de recursos”, subraya.

En sus inicios, en Solucionet se plantearon buscar el revenue como principal objetivo. Pero en el camino hubo traspiés. Huczneker recuerda que nunca pudo cobrarle a sus dos primeros clientes. Mirando hacia atrás, cree que la clave para salir adelante estuvo en la planificación. Así lograron ser rentables en menos de seis meses. “El objetivo es que el negocio sea saludable. En el camino, van a aparecer oportunidades que tal vez parezcan muy buenas, pero pueden sacarte del foco. Lo importante es mantenerse en el camino”, aconseja.

Al no tener socios inversionistas que aportaran su experiencia, tuvieron que salir a buscar caminos creativos para suplir esos consejos. Apostaron por alianzas con grandes compañías que les permitieron acelerar procesos sin la necesidad de ceder equity. También salieron al encuentro del ecosistema, buscando advisors, haciendo networking y estando atentos al contenido circulando para emprendedores: desde un buen podcast hasta casos de éxito para estudiar.

Por último, a pesar de que él y sus dos cofundadores son los responsables de la totalidad de la empresa, Huczneker aconseja olvidarse del concepto antiguo de “dueño”: “Si uno no piensa que la compañía es de todos, no crece. No existe más el líder paternalista, cada uno tiene su rol. Entendemos que el éxito de la compañía es por el equipo y somos conscientes de que somos un componente más dentro de la compañía, importante, pero no el que marca el 100% de las cosas”, concluye. 


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