En períodos de alta inflación, el encarecimiento de la vida no es el único factor que golpea a las personas. También se pone cuesta arriba el financiamiento, crucial para levantar pymes o activos. Esto sucede porque la evaluación de riesgo, esencial para obtener créditos hipotecarios, de consumo o para proyectos, suele endurecerse en épocas como ésta.
Basta analizar los datos. En Chile, según la Asociación de Bancos e Instituciones Financieras (ABIF), en junio el flujo de la actividad crediticia en bancos e instituciones financieras cayó un -4% respecto del mes anterior. A su vez, las colocaciones de consumo anotaron un -13%, registrando números inferiores a los meses previos a la pandemia. En México, según la “Síntesis Informativa” de agosto de la Asociación de Bancos de México, los analistas coinciden en que el aumento de las tasas de interés referencial empieza a presionar a los créditos nuevos, los variables y revolventes, como es caso de la tarjeta de crédito. Y en Colombia, según la “Encuesta trimestral sobre la situación del crédito en Colombia” de junio de 2022, realizada por el Banco de la República, la proporción de bancos que incrementaron sus exigencias en la asignación de nuevos créditos aumentó significativamente en todas las carteras a excepción de vivienda, que se mantuvo inalterada.
Se observa así un cambio en las perspectivas de crédito: una lenta estabilización en la demanda, especialmente de consumo, al tiempo de una menor oferta y mayores exigencias para otorgar nuevos créditos.
Entonces, si pese a la crisis igualmente planeo financiar un proyecto personal en Latinoamérica, ¿qué debo hacer?
Para responder eso, es necesario un poco más de contexto. Tradicionalmente, en la región existe un modelo de evaluación financiera que se enfoca en información que se suele considerar “negativa” a la hora de evaluar riesgos. Esto es, concentrarse en las deudas del consumidor y en su salario específico (medida por sus ingresos declarados en sus cotizaciones previsionales). Sin embargo, el open finance, la práctica de compartir información financiera personal de forma digital a terceros, ha logrado obtener una fotografía mucho más completa de los clientes o consumidores.
Con esta herramienta es posible acceder a las cuentas bancarias de un potencial solicitante de créditos (con previa autorización y consentimiento del mismo) para agregar información útil a la hora de evaluarlo. Esta información la llamamos “positiva”, ya que permite, entre otras cosas, medir la capacidad de ahorro de una persona, sus ingresos extras (activos) y tener una clasificación más profunda de sus gastos. Con todo esto, el resultado es que esa persona ponderará un riesgo menor.
Créditos más restrictivos, en el papel, implican tasas de interés más altas, a menos años y con mayores barreras. Por eso el mejor escenario para el cliente o emprendedor es llegar a esas instituciones donde se pueda conseguir el mejor crédito posible gracias a esta información positiva. Entonces, ¿qué hacer? Dirigirse a aquellos bancos o financieras que cuenten con estas herramientas de open finance.
Otra recomendación es buscar apoyo en empresas fintech, que ofrecen desde productos financieros como cuentas vista y prepago hasta créditos automotrices, de consumo y de financiamiento para pymes.
Una virtud de las empresas tecnológicas es que está en su centro trabajar con los datos. Por eso muchas de ellas ya acogen el open finance, para cambiar el paradigma de la evaluación de riesgo desde la información negativa hacia la positiva.